
Se considera que el inventor del champagne fue el monje benedictino Dom Pierre Perignon cerca del año de 1670 en la abadía de Hautvilliers en Francia. Y como muchos otros inventos, se dio por casualidad…
El monje estaba probando nuevos sistemas y mezclas para elaborar vino, y no conseguía eliminar las burbujas de la fermentación - todo un “fracaso”. Cuenta la tradición que cuando bebió por primera vez ese vino espumoso y sintió en su boca la explosión de todas esas burbujas llamó a gritos a los demás monjes de la abadía:
"¡Venid corriendo, estoy bebiendo las estrellas!".
Se acababa de inventar el champagne.
El proceso es muy sencillo. Si los vinos se guardan en barricas, el gas producido durante la fermentación se escapa, pero si se guarda en botellas, queda retenido en el líquido y le da su carácter especial.
La fermentación es doble. La primera fermentación se realiza en cubas o depósitos y la segunda fermentación se hace en las botellas, donde permanecen las lías por un mínimo de 18 meses.
El mismo monje Dom Pierre Pérignon –que era ciego- mejoró el método champenoise en 1693 con la mezcla adecuada de uvas, el tapón de corcho sujeto con un cordel de cáñamo en una primera botella con forma de manzana y el vidrio más grueso para soportar la presión de la fermentación que retendrá el gas.